lunes, 29 de abril de 2013

“Ragemoor”, de Richard Corben y Jan Strnad.


 

Si hay un dibujante de cómics que ha sabido reflejar gráficamente el terror gótico en sus obras como nadie ese ha sido Richard Corben. Consciente de ello, el guionista Jan Strnad ha concebido en “Ragemoor”, miniserie de cuatro números editado en Estados Unidos por Dark Horse y que acaba de publicar en España en un tomo unitario Norma Editorial, una historia ideal para que el genio de Missouri se luzca y exponga todo su talento y a fe mía que lo consigue.

Ragemoor es un castillo ancestral, una mansión maldita que parece casi viva y a la que sus moradores, los últimos miembros de la familia Ragemoor, se encuentran encadenados por lazos más profundos que los de la tradición. Cuando a la mansión, llega un tío lejano junto a su bella hija Anoria los espantos primigenios que habitan en Ragemoor se aliarán para que nunca más puedan salir.
Strnad construye un estupendo relato de terror clásico tan tributario de los cuentos de Edgard Allan Poe de los que se pueden captar guiños evidentes a “La Caída de la Casa Usher” o a poemas como Annabel Lee, Lenore o Ulalume, sobre todo en lo referente al único personaje femenino de la obra Anoria, y una emulación evidente al terror primigenio y abisal idado por Lovecraft y sobreexplotado en sus Mitos por él y sus seguidores. De este modo, Strnad consigue su objetivo de no perder el paso de sus mayores y desarrollar una correcta historia de terror referencial que transita por terrenos familiares para todos  los lectores aficionados al género de terror a las que en principio va dirigida que la encontrarán respetuosa al extremo de las convenciones y maneras que esos pioneros establecieron.

Si "Ragemoor" es un tebeo destacable es sin duda por la presencia de Richard Corben quién desde antiguo ha destacado por su capacidad para adaptar los clásicos del terror como pocos lo han conseguido. En “Ragemoor” encuentra el vehículo ideal para su lucimiento en una historia que sitentiza todo lo bueno demostrado en sus anteriores adaptaciones de las obras de Poe, Lovecraft o Hodgson, ya  que en estas historias de terror primigenio parece  sentirse especialmente cómodo sin necesidad, todo hay que decirlo, de esforzarse demasiado. En ese sentido,  practicando unos claroscuros densos y absorbentes, Corben construye la atmósfera adecuada para trasladar, sin ahondar en grandes detalles más allá de escasos elementos ornamentales propios del terror gótico –calaveras, cuadros, y esqueletos por doquier-, la amenaza latente del castillo viviente.

Con su maestría habitual y sin demasiado esfuerzo ni atención por los fondos en algunas ocasiones, con muy pocos elementos Corben presenta una historia que va evolucionando en cada capítulo dejando patente su calidad y oficio, a pesar que conforme la trama avanza se va volviendo menos detallista y más esquemático aunque finalmente la historia queda perfectamente hilvanada y se llega a una conclusión aceptable acorde con lo presentado en los capítulos anteriores.

 Ragemoor hará las delicias de todos los aficionados al terror clásico decimonónico y primigenio mostrado por un dibujante genial que tira de oficio y sapiencia para satisfacer las expectativas mínimas que siempre se le demandan. Y es que, ojalá por muchos años, Corben sigue siendo mucho Corben.