martes, 15 de enero de 2013

“El día del juicio”, de Alan Moore, Rob Liefeld y Gil Kane.





Aleta Ediciones reedita en una cuidada edición, junto a sus prolongaciones, la miniserie “El Día del Juicio” con la que en su momento el inefable Rob Liefeld pretendió reconducir el disparate de hipertrofiados héroes y siliconadas heroínas anoréxicas que creó para su propia editorial Awesome. Dadas sus limitaciones, dio un golpe de efecto único fichando a golpe de talonario –sí, como si de un futbolista se tratase- al pope supremo del fandom, el iracundo Alan Moore, soñando reverdecer así las viejas glorías ochentenas alcanzadas en “Watchmen” que revitalizaron el mortecino género superheroico en su momento.

Tras la juerga de celebración de su cumpleaños, el miembro de Youngblood Knightsabre despierta resacoso en la habitación de otra miembro del grupo Riptide para descubrir que ésta ha sido asesinada y todos los indicios apuntan a que él es el culpable. La conmoción provocada por el primer asesinato de un superhéroe a manos de otro conlleva la celebración de un juicio extraordinario del que toda la comunidad superheroica formará parte y en el que se removerán los orígenes del mismísimo universo superheroico a través de un repaso de su historia.

Aun alejado desde hacía tiempo del género superheroico, en su regreso al mismo Moore cumplió sobradamente - y aparentemente sin esforzarse demasiado - con los objetivos impuestos por Liefeld en una historia tan apañada como artificiosa en la que a partir de una socorrida trama procesal revitalizó el defenestrado universo creado por Liefeld, sentando las bases para construir nuevas historias a partir de los nuevos personajes y épocas que introdujo en esta miniserie a  poco que un ápice de su talento hubiera acompañado a sus posteriores continuadores. Para darle una mayor cohesión al deslavazado universo superheroico, Moore introduce un eficaz macguffin en forma de libro divino en el que se puede escribir y reescribir la historia por sus poseedores y a una galería de nuevos personajes que no dejaban de ser meros sucedáneos de los superhéroes Marvel y DC (algo que ya había hecho anteriormente el mismo Liefeld, por cierto), en particular, y los del pulp en general, insertándolos en momentos inspirados en las canónicas edades del género – Golden Age, Silver Age, Edad Oscura...- con lo que conectaba artificialmente a los imberbes personajes Awesome con una historia a la que hasta ese momento habían sido ajenos.

Cualquier comparación facilota entre “El Día del Juicio” y obras como “Watchmen” o “Crisis en Tierra Infinita” obedece  grosso modo al siempre necesario reclamo comercial, pues “El Día del Juicio” estructural y contextualmente está muy alejada  de aquellas. Sin embargo, y a pesar de su condición de obra menor y alimenticia dentro de la producción del de Northamptom, sí que tiene algunos elementos que la hacen interesante más allá del mero completismo. Al igual que en “Watchmen” el elemento desencadenante es la muerte de un superhéroe y guarda la ilusión de una estructura elíptica y cerrada en la que Moore juega con la idea de metacómic, menos evidente quizás como consecuencia de la impericia de Liefeld y el reparto coral de colaboradores que participaron gráficamente en la obra, y como “Crisis en Tierra Infinita” es una obra redefinitoria y coral de la que participan multitud de personajes, muchos de los cuáles son el germen de los que Moore desarrollaría para el Sello ABC (Promethea”, “Tom Strong”, “Smax…).

El aspecto gráfico, cómo es lamentablemente connatural a cualquier cómic en el que esté involucrado Liefeld, lastra buena parte del potencial de la historia ideada a pesar de contar con un elenco importante de colaboradores que no ayudan precisamente a dar una cohesión gráfica a la historia. Por desgracia, abundan los característicos personajes de anatomía imposible, los fondos inexistentes y los abisales fallos de raccord que mucho han debido hacer sufrir a Moore y que no pueden más que dar de pensar lo mucho que hubiera podido dar de sí esta historia si un David Gibbons o un George Perez se hubieran hecho cargo de la misma.

De los dos apéndices, “Prólogo a Youngblood” y “Secuelas”,  decir que apenas aportan gran cosa más allá de explotar algunas de las consecuencias derivadas de la trilogía principal, siendo lo más destacable que “Secuelas” fue  uno de los últimos trabajos del gran Gil Kane y en el acabado final se le rindió un bonito homenaje incorporándolo como personaje al mismo cómic para hacer de conductor a las cinco pequeñas aventuras explicadas con lo que Kane desempeñaba el único rol que quizás le quedaba por probar en la industría del cómic.

En fin, “El día del juicio” no pasa de ser un cómic entretenido y eficaz que se lee con agrado para todos aquellos que sean aficionados al género superheroico pero queda lejos de los trabajos más logrados de Moore. Y es que por muy bueno que sea el cocinero el pinche también debe ayudar para que el plato esté a la altura.

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