viernes, 23 de noviembre de 2012

“El Universo DC de Alan Moore (3): La Broma Asesina”, de Alan Moore y Brian Bolland.



Acabo hoy el comentario en tres partes de los contenidos del indispensable tomo publicado por ECCElUniverso DC de Alan Moore” centrándome en la obra que, para mí, por sí misma justificaría la compra del tomo: la magnífica “La Broma Asesina”. Publicada en 1988, no en 1986 como señala el índice del tomo, fuera de continuidad siguiendo la moda del formato prestigio  marcaría un punto de inflexión en la historia del Hombre Murciélago que se ha mantenido inalterable hasta el NuDC y es el último trabajo original que Moore realizó para esta compañía, ya que la edición norteamericana de “V de Vendetta” es de 1989.

En “La Broma Asesina”, Moore revisa el clásico enfrentamiento de Batman con su archienemigo el Joker tras fugarse este del psiquiátrico de Arkham. El Joker para provocar a Batman deja lisiada a Babs Gordon – sin saber que la hija del comisario Gordon es la superheroina Batgirl-  y rapta al Comisario para provocar a Batman convirtiéndolo en la principal atracción de su parque de atracciones. Batman perseguirá al Joker para vengar a Barbara, liberar a Gordon y resolver su duelo particular.

Publicada un año después de la finalización de “Watchmen”, Moore emplea de nuevo con acierto en “La Broma Asesina” buena parte de los recursos narrativos que convierten aquella en una obra maestra para analizar la particular relación que une a Batman y al Joker. De este modo, como “Watchmen”, “La Broma Asesina” tiene una estructura cerrada y elípitica en la que el fin encadena  el reinicio de la historia y Moore eleva el enfrentamiento entre ambos personajes a la condición de  conflicto eterno e irresoluble en el que los personajes, como actores de la fatalidad, asumen sus papeles antagónicos y complementarios dentro de un drama que ellos no eligieron protagonizar. Ello explicaría en buena parte el final anticlimático y extraño de la obra, con los dos personajes protagonistas riendo un mal chiste al tiempo que es una de las muchas bromas pesadas (Killing Joke en inglés) que Moore incorpora a la obra.

Utilizando un exquisito trabajo de transiciones y elipsis, Moore sondea la personalidad de los dos personajes principales en un cuidado estudio de la locura en el que constantemente se empeña, desde el inicio con la visita de Batman al Joker en el psiquiátrico, en avisar que nada es lo que parece a simple vista en esta historia y el lector debe cuidarse mucho de no perder atención a ningún retazo de información, pues Moore hace de la intertextualidad y la compenetración entre texto y dibujo un arte que pocas veces había alcanzado cotas tan elevadas dentro del género, cuidando al detalle la planificación de todos los elementos de la obra.

Por tanto, más allá de la aventura en sí misma, subyace la reflexión sobre la relación simbiótica entre Batman y el Joker, dos locos (Había una vez dos tipos en un manicomio… es el mantra que se repite una y otra vez)  que tienen más en común de lo que parece. Moore para colocar en el mismo plano la salud mental del bueno y del malo incorpora como una subtrama engarzada maravillosamente con la historia principal el origen del Joker, explicándolo de tal modo  que su condición de loco irredento tenga un punto trágico que en cierto modo lo humaniza ante un lector que puede llegar incluso a empatizar con él a pesar de protagonizar las mayores barrabasadas y hacerle sospechar que el Joker en su locura guarda un punto de cordura que la hace incluso más terrible y la equipara  a la de Batman. Desde la misma portada, Moore invita tanto a los personajes como al lector a romper la cuarta pared convirtiendo la lluvia y las imágenes reflejadas en otro de los elementos constantes a lo largo de toda la historia.

 Casi todas estas ideas en torno a la locura,  fueron planteadas posteriormente  por Moore en Barro Mortaly tampoco se corta en volver a usar elementos como el ataque al héroe a través de sus debilidades -sus seres queridos- como ya hicera en "¿Qué fue del hombre del mañana?" o inspirarse en el universo obsesivo del "Eraserhead" de David Lynch. Sin embargo, esa historia no cuenta con el brillante acabado de “La Broma Asesina” en la que el magnífico Brian Bolland realiza uno de los mejores trabajos. Se puede polemizar subjetivamente sobre si el viejo coloreado del original y la Edición Zinco  es mejor o peor  que el actual - que es el que maneja esta última edición de ECC y ha realizado el propio Bolland -  pero objetivamente no es un detalle que merme significativamente la calidad indiscutible de la obra y la labor del dibujante captando este perfectamente la esencia del que, para mí, es el Joker definitivo.

En definitiva, “La Broma Asesina” es uno de los mejores cómics de superhéroes que ha dado el género y una de las mejores historias protagonizadas por Batman. Una obra inteligente, adulta y sutil que saca el máximo partido de los recursos propios del cómic y que dudo mucho pueda adaptarse con la misma eficacia a otros medios. Celebrémosla como se merece.