martes, 2 de octubre de 2012

“Yo, vampiro: Amor impuro”, de Joshua Hale Fialkov y Andrea Sorrentino.


Ni lo más viejos del lugar se acordaban ya del serial que J.M. De Matteis y Tom Sutton publicaron a principios de los ochenta en “House of Mystery” y que sirve de justificación para que los mandamases de DC incorporasen al NUDC una serie de temática vampírica. Los vampiros siempre venden y por eso resultaba extraño que en DC nunca se les hubiera dado mucha importancia salvo esporádicas y, en ocasiones, brillantes apariciones marginales a diferencia de Marvel donde siempre contaron con un mayor protagonismo. Parece que los tiempos están cambiando y de ahí viene modernizar el concepto de la serie ochentera –que no estaría mal que ECC editase para comparar - para reintroducir por la puerta grande a los vampiros al Universo superheroico DC de la mano de un equipo con escasa experiencia, el guionista Joshua Hale Fialkov, y el dibujante italiano, Andrea Sorrentino. En este primer tomo, ECC ha reunido los seis primeros números de la serie norteamericana.



La historia gira en torno al enfrentamiento entre dos vampiros enamorados: Andrew Bennett, un vampiro bueno alzado como Nomuerto hace 600 años, y Mary, la Reina de Sangre, una vampira mala a la que Andrew convirtió y que quiere llevar a los vampiros a convertirse en la raza dominante en la Tierra declarando la guerra sin cuarte a una Humanidad que considera mero ganado. El bueno de Andrew y la mala de Mary se atraen tanto como se repelen por lo que cuando se encuentran sus enfrentamientos echan chispas.
Joshua Hale  Fialkov tenía un encargo más difícil de lo que pueda parecer ya que escribir sobre vampiros a estas alturas que nos encontramos puede convertirse en un regalo envenenado. Sin embargo, si algo han demostrado a lo largo de su no existencia los más icónicos monstruos que nos dejó el siglo pasado es que aguantan lo que les echen y el concepto resiste más allá de todas las evoluciones, involuciones y perversiones que le echen. Fialkov no lo hace nada mal y aprueba con nota inspirándose para su “Yo, vampiro” más en el “Blade” cinematográfico que en el marvelita para hacer creíble a su vampiro cazavampiros esforzándose en estos primeros episodios por ubicar a los personajes y su historia en el Universo DC con abundantes cameos de lo más granado de la casa –lo que además siempre ayuda con las ventas- y así vemos por aquí en estos números a Constantine y Batman y en los próximos hay preparado un prometedor crossover con otro nuevo invento del NUDC, la Liga de la Justicia Oscura. Fialkov toma todo ese mejunje de referencias inconexas y hace un refrito bastante apañado que seguramente no atraerá a los más puristas talibanes de los superhéroes pero que puede agradar a nuevos lectores –que en el fondo es lo que le interesa a la compañía- atraidos por una temática vampira que no suele fallar. Es cierto también que la caracterización y motivación de los personajes, más allá de los socorridos estereotipos, está llena de medidas lagunas planteadas sabiamente por un hábil Fialkov cuya resolución en el futuro ayudará a hacernos entender como han llegado al punto de inflexión en que se inicia la serie.



En el aspecto gráfico, el italiano Andrea Sorrentino resulta una agradable sorpresa. Le da a la serie un acabado realista, oscuro y adulto más cercano a lo que estábamos acostumbrados habitualmente a ver en series Vertigo como “Hellblazer”, curiosamente cuando el equipo gráfico actual de la serie de Constantine se aleja bastante de esta línea. Sorrentino construye unos vampiros modernos muy atractivos que aúnan sensualidad, salvajismo y elegancia alejados de los cánones románticos.
Andrea Sorrentino como bien se señala en uno de los artículos tiene el mismo gusto que Jae Lee por la sobria elegancia y como él tiene la misma tendencia a primar el impacto visual que la narración aunque lo compense luego con una moderna y efectiva composición de página de la que Jae Lee adolece, a pesar que a Sorrentino se le note su inexperiencia en el género superheroico, especialmente en las siempre difíciles escenas de lucha para las que un dibujo tan estático no es el más indicado.

 Más allá de la larga sombra de Jae Lee –algunas de las poses son clavadas- a Sorrentino también le veo semejanzas con Leonardo Manco y el mejor Marco Zelzelj, autores con los que comparte un mismo gusto por las atmósferas densas y opresivas que se ve reforzada por un estupendo tratamiento del color que le da a la serie una nota muy característica. Un dibujante a seguir.
En fin, esta primera entrega de “Yo, vampiro” es una buena carta de presentación de una serie a la que presumo un enorme potencial a desarrollar en el futuro siempre y cuando a sus talentosos autores cuenten con el tiempo suficiente para ello. Si es así, seguramente nos seguirán divirtiendo.