martes, 18 de septiembre de 2012

“Turf”, de Jonathan Ross y Tommy Lee Edwards.


Uno empieza a leerse “Turf”, miniserie de cinco números publicada recientemente por Panini en su serie 100%CultComics, y parece que ha entrado en el túnel del tiempo. No solo ya por el aire retro del tebeo que nos traslada al Nueva York de la Edad Seca en el que los gángsteres eran la ley sino sobre todo por las formas en que los autores, el guionista Jonathan Ross y el dibujante Tommy Lee Edwards lo plantean, evocando a otros autores y otros tiempos.
Parece ser que el guionista Jonathan Ross es una estrella mediática de la televisión del Reino Unido, un híbrido entre Buenafuente, Pablo Motos  y Santiago Segura pero sin barba, apasionado de los cómics y con los suficientes posibles como para tener una vasta colección, tan desmesurada como para que incluya cualquier ejemplar original que os podáis imaginar y algunos incluso por triplicado (lo explica Millar en la introducción aunque ya sabemos que este de por sí siempre ha sido un pelín exagerado). Con esas credenciales y el padrinazgo de Millar, Ross hizo su puesta de largo como guionista con un cómics evocador de los tebeos y autores que le gustan y que, generalmente, también me gustan a mí.
“Turf” es una historia delirante que mezcla los gángsteres de la Ley Seca, los vampiros góticos y románticos de frac y mirada lánguida, y unos alienígenas con armaduras de combate despistados de esos que de vez en cuando se dejan caer por nuestro planeta. En el Nueva York de la Ley Seca, los vampiros liderados por los hermanos Dragomir pretenden quitar del medio a las principales bandas de la Ciudad para tener el camino libre para despertar al Antiguo, el padre de todos los vampiros que asegurará su dominio sobre los humanos. Los únicos que parecen capaces de oponérseles son Eddie Falco, un cruel gangster con problemas de conciencia y una conexión empática con un alien varado en la Tierra que dispone de armamento de ciencia ficción, y una periodista chismosa que se siente atraída por uno de los hermanos Dragomir que no parece tan malo como los demás.
Como decía, uno empieza a leer “Turf” y parece que está leyendo el “Nathaniel Dusk” de Don MacGregor y Gene Colan, o el “Camino de Perdición”, de Max Allan Collins y Richard Piers Rayner. Ross imita el estilo denso y literario de MacGregor cargado de cartelas y un voluntarioso Tommy Lee Edwards trata de emular los sombríos y elegantes dibujos de Colan. Sin embargo, ni Ross es MacGregor ni Edwards Colan y la ensoñación se pierde a las pocas páginas en cuanto a los gángsteres y vampiros se le unen los alien en un batiburrillo de historia en la que el ambicioso Ross deja patente que no es tan fácil, por muchas lecturas que se tengan, construir cómics redondos. Ross, como buen aprendiz, naufraga intentando imitar a sus mayores y acaba pagando en exceso su entusiasmo a la hora de construir un tebeo con elementos excesivamente dispares entre sí. Cuesta entrar en la historia que “Turf” plantea desde sus primeras páginas reiterando lugares comunes y ya transitados porque a Ross todavía le faltan tablas para dotar de una personalidad propia, más allá de los estereotipos, a sus personajes, con lo que el tebeo más allá de los guiños y homenajes que plantea y el aficionado valorará, resulta frío, impersonal y previsible en su desarrollo y delirante en su desenlace.
Edwards es un dibujante correcto a pesar de lo inexpresivos de los personajes y lo rígido de sus composiciones, pero a pesar de ello y el encorsetamiento al que le somete Ross es capaz de plasmar con oficio el Nueva York gangsteril de la Ley Seca. Sin embargo no deja de resultar irritante comprobar como en demasiadas ocasiones cae en la confusión gráfica y la reiteración debido al sobreabuso de las cartelas por parte del guionista especialmente en los primeros episodios de la obra. Conforme esta avanza y Ross parece asentarse, las composiciones de página de Edwards se vuelven más vistosas y atrevidas lo que es de agradecer aunque no logre en ningún momento insuflar al tebeo la claridad expositiva que sería deseable. En cuanto a estilo, y siempre bajo la alargada sombra del omnipresente Gene Colan, uno no puede parar de recordar pasando las páginas otros dibujantes aparte de los ya mencionados como Guy Davis o Sean Phillips que con más personalidad han sabido recrear con más éxito esa época y atmósfera.
Turf” es un tebeo tan bienintencionado como olvidable, un proyecto fallido de un equipo creativo con pocas horas de vuelo para abordar una historia tan ambiciosas que se cobija en modelos arcaicos y superados. De todos modos, de las obras fallidas se aprende y es de esperar que en futuras obras mejoren. Dicho esto, que cada cuál saque sus conclusiones.