miércoles, 12 de octubre de 2011

“Todo lo que muere”, de John Connolly.

Hace algún tiempo, alguien dejó en los comentarios la recomendación de la serie de novelas de John Connolly protagonizadas por el detective Charlie Parker. El comentario no cayó en saco roto y acabo de terminar la primera de esas novelas “Todo lo que muere” descubriendo a un interesante autor que, a pesar de su origen irlandés, lleva a cabo una atractiva actualización del hard-boiled, incorporando sabiamente elementos ajenos a esa tradición que la nutren y la revitalizan de un modo más cercano al género negro y la novela detectivesca de tradición europea del que un James Ellroy, por poner por caso, se me antoja incapaz.

En esta primera novela, Connolly presenta a su héroe –o antihéroe- quién comparte nombre y apodo con el famoso saxofonista de jazz. Sin embargo, el Charlie Parker de Connolly es un antiguo policía de Nueva York que ha abandonado el Cuerpo tras el asesinato de su mujer y su pequeña hija en terribles circunstancias e intenta reconducir su vida como detective privado investigando la desaparición de una mujer desaparecida. En su investigación, Parker descubrirá una sórdida red de asesinatos que se remontan en el tiempo y conectan a una de las más influyentes familias de la Gran Manzana con una sangrienta familia mafiosa y le pondrá tras el rastro de El Viajante, el perverso asesino en serie que mató a su familia.

Si no fuese porque en la tapa se menciona que la nacionalidad de Connolly es irlandesa uno podría pensar que está ante un autor genuinamente norteamericano por lo realista y documentado de las descripciones que nos trasladan a lo largo de esta emocionante novela por las más variopintas localizaciones estadounidenses y la meticulosidad con que explica los procedimientos policíales y forenses. Connolly asienta buena parte del éxito de su obra en la documentación, pero sobre todo en la magnífica caracterización de los personajes desde el protagonista principal hasta el último de los secundarios dotando a cada uno de una personalidad definida que poco a poco conforme avanza la trama va desplegando ante el lector. Este proceso es especialmente notorio en el caso del protagonista, Charlie Parker, al que poco antes de embarcarnos en el desenlace final de la novela, ya conocemos con meticulosidad tanto en lo referente a su personalidad, gustos y motivaciones como hechos biográficos de su infancia y adolescencia. A partir de ese soberbio desarrollo de los personajes, Connolly construye una doble trama compleja y amarga que nos acerca a diferentes ámbitos al lado más sórdido de la naturaleza humana enfrentando a su protagonista a variopintos asesinos en serie hasta el cara a cara con su nemesis particular, un asesino inteligente, culto y depravado en la estela de los que se pusieron tan de moda en los noventa a raíz del éxito de "El silencio de los corderos".

Connolly maneja perfectamente los resortes del género negro y aunque en algún momento abuse de ciertos elementos sobrenaturales que harán chirriar a los más puristas sabe mantenerlos controlados para que no afecten en exceso en el desarrollo general de la historia aprovechando el dominio de un estilo preciso y conciso para mantener atrapado al lector aun cuando revisite caminos trillados en tantas y tantas novelas y películas y esconder ciertas licencias que faciliten el desenlace de la historia.

Tras finalizar, “Todos los que mueren” en la que queda aparentemente todo tan bien atado tengo curiosidad por ver como siguen las andanzas del atormentado Charlie Parker, así que creo que en los próximos meses tendremos John Connelly para rato. Si acaso, ya os iré contando.