martes, 29 de junio de 2010

España a llevarse los cuartos de los paraguayos.

Ya está. En el partido en el que España reencontró su juego y a Xavi Hernández , superando la siempre compleja eliminatoria de los octavos frente a una Portugal que no se descompuso en su propuesta de fútbol insulso plagado de centrales a pesar de tener jugadores con los que proponer algo más interesante y desquiciando a su Cristiano Ronaldo.

Clave fue la entrada de Fernando Llorente -¿Por qué no jugó contra los hondureños bajitos o los chilenos?- por un Torres que lo intenta pero está lejos de su mejor nivel. Llorente metió –más- atrás a los portugueses con su amenaza para que Villa, siempre, Villa, rematase una de esas jugadas que tanto echábamos a faltar los aficionados tras una buen número, eso sí, de ocasiones perdidas. Por encima de todos, destacar a Xavi Hernández porque cuando él juega lo hacen todos. Es el director de orquesta y alrededor suyo crecen los demás.

Ahora a disfrutar, controlar la euforia y respetar y desconfiar de los paraguayos que están donde están por méritos propios. Los equipos físicos, supuestamente inferiores y que salen a morder, son los que peor se nos dan. Y si no, acordaos de Corea, de Estados Unidos, de Suiza….A por ellos el sábado.

“BlackSad: Un lugar entre las sombras”, de Guarnido y Díaz Canales.

Aprovechando que ya se anuncia por ahí el cuarto álbum de la serie, he empezado a releer despacito los tres publicados hasta el momento de esta serie de animales antropomorfos que empezara a publicarse hace ya casi diez años por Norma Editorial y que descubrió a los autores españoles que podía haber vida más allá de los Pirineos (y más allá de los Pirineos que en España precisamente lo que no faltaba eran autores con talento).

En “Un lugar entre las sombras”, asistimos a la primera aventura de John Blacsksad, un detective privado a la antigua usanza que se ve inmerso en la investigación del asesinato de una actriz de éxito que ha aparecido muerta en su domicilio y con la que en otros tiempos mantuvo una tempestuosa relación. Cuando la investigación policial se ve frenada por un misterioso e influyente personaje oculto en las sombras, Blacksad se convertirá en el único capaz de aclarar la muerte de su vieja amiga y hacerle justicia.

He disfrutado enormemente de la relectura de este cómic más si cabe que en el momento en que lo leí por primera vez y he vuelto a deleitarme con la habilidad de un equipo artístico que sabía muy bien lo que se hacía.

Si Díaz Canales firma una correcta historia de detectives que sirve de presentación de personajes y situaciones que se ciñen a una clásica estructura de género negro que no se aparta en exceso de los modelos clásicos y en la que su detective Blacksad más que a los más reconocibles Sam Spade o Phiillip Marlowe recuerda a otros posteriores, sobre todo el Lew Archer de Ross MacDonald (interpretado magistralmente por Newman en la genial “Harper, investigador privado”) con ligeros apuntes justicieros a lo Mike Hammer de Gillespie, el álbum adquiere una nueva dimensión gracias al trabajo sobresaliente de un Guarnido espectacular en el apartado gráfico que confirió al tebeo un interés singular.

Juanjo Guarnido se muestra incomensurable en el desarrollo descriptivo de cada uno de los personajes que van apareciendo a lo largo del álbum, apoyándose en las características asociadas a los distintos animales para reforzar la caracterización de cada uno de ellos de modo que los gorilas son brutos, vulgares y fieros, las ratas desagradables y traicioneras, las serpientes frías y escurridizas, los perros honorables y fieles o el mismo protagonista representado como un Gato directamente impredecible en su búsqueda de justicia, capaz de asumir un enorme registro de expresiones que reflejan su compleja personalidad y estado de ánimo. Pero, si en la presentación y desarrollo de los personajes Guarnido demuestra su nivel excepcional en el dominio del dibujo de los animales o la anatomía, no se queda atrás en la cuidada caracterización realista de cada uno de los fondos en los que se va desarrollando la historia, reflejando con gran verosimilitud los ambientes y atmosfera de un Nueva York de los años cincuenta, desde los antros de los bajos fondos a los glamourosos despachos de los potentados por no hablar de los cementerios o las casas y exteriores cuya representación está cuidada hasta límites obsesivos para convertir a la urbe en un personaje más en la que incorpora pequeñas intrahistorias en la principal que cohesionan la representación.

De todos modos, todo este trabajo no destacaría tanto si además el dibujante no contase con un extraordinario sentido del ritmo narrativo, que permite que la historia fluya a través de sus viñetas midiendo los concisos diálogos e insertando ligeras cartelas de apoyo que elegantemente quedan disimuladas en las viñetas adquiriendo los mismos colores de los fondos y que Díaz Canales redacta con el acertado tono seco y conciso de un narrador alejado de la acción evocador de los grandes del género (y volvemos al recuerdo de Mike Hammer, esta vez en la clásica serie protagonizada por Stacy Keach).

Guarnido hace olvidar la sencillez de la trama o su previsible y un tanto brusco desenlace merced a su habilidad narrativa llena de eficientes e inteligentes recursos que le permiten solucionar la presentación del protagonista y el caso para pasar con una elegante transición a conocer su particular motivación en su resolución entroncada en su pasado a través de un elegante flashback y el desarrollo de la historia concatenando las distintas situaciones y ambientaciones con mucho mimo para tomar siempre la mejor -y más elegante- decisión en la elección del plano o la perspectiva.

En definitiva, el multipremiado “Un lugar entre las sombras” no sólo resiste perfectamente la relectura pasado diez años de su primera edición sino que además mantiene intacta su vigencia con el poderío que sólo guardan los clásicos en una historia que ya anunciaba la labor de un dibujante que por méritos propios ocupa un puesto muy alto dentro del panorama tebeístico europeo y un guionista que en todo momento sabe que terreno pisa para ofrecer una magnífica obra de género en la que la comercialidad y la calidad demuestran que no están necesariamente reñidas. Altamente recomendable.