miércoles, 2 de diciembre de 2009

Francisco Ibáñez, encantado de conocerse.

Pregunta: ¿Cuándo decidió que su vocación era la de dibujante de tebeos? Porque eso siempre ha sido algo un tanto mal visto por la gente.

Ibáñez: Yo, ante todo, quería pintarrajear. En cualquier trocito de papel, en cualquier pedacito de la pared de casa… una cosa lleva a la otra. Alguna vez he comentado, que yo publiqué mi primer dibujillo a los cinco o seis años en una revista que se llamaba Chicos, de Madrid, que tenía una última o penúltima página que era la típica de colaboración de los lectores, que te publican el dibujito y te lo premian, ahí fue el primer sitio donde aparecí publicado. No sé si me dieron cinco duros, que solucionaron el hambre familiar durante una semana. Y entonces empecé a publicar alguna historietilla, que entonces la dificultad no estaba en hacerla, claro, sino en cobrarla. Pero bueno, entonces lo de cobrarla era lo de menos, la cuestión estaba en ver las cositas publicadas: “Oye, qué bonito”, “Soy yo, eh, que soy yo”, lo hacía por eso.

Pregunta: Entonces, ¿usted cuál considera que es la Edad de Oro de Bruguera? ¿Desde qué momento hasta qué momento cree que se produce el apogeo tanto artístico como comercial de Bruguera?

Ibáñez: La Edad de Oro se empezó a vislumbrar cuando se empezó a publicar Mortadelo, fue subiendo con Mortadelo y llegó al súmmum con Mortadelo. Dirán “Éste qué coño está diciendo aquí”, pero es que hubo un tiempo en que Bruguera prácticamente vivía de Mortadelo. Tenía pérdidas por todas partes y en cambio lo de Mortadelo era un río de oro continuo, y con aquello tapaban distintos agujeros que tenía la empresa. La Edad de Oro de Bruguera fue Mortadelo, y Mortadelo coincidió con la Edad de Oro del cómic. Serían los años 60-70. Estoy seguro de que si yo hiciera Mortadelo ahora, pasado mañana estaría en una esquina limpiando parabrisas. Ahora ya no hay tiempo para hacer crecer un personaje. Éste, como ya llegó a la fama hace mucho tiempo, es quizás el único que se va manteniendo. Pero vamos, que yo podría crear ahora un personaje que fuera una maravilla, y la salida sería pero que muy dudosa, porque le faltaría un medio, un medio de sustentación. Antes los personajes se hacían un nombre en la clásica revistita semanal. Se hacía una página cada semana, aquello gustaba, se hacía una doble página, gustaba, se hacían cuatro páginas, etc, etc. Existía ese soporte. Y a partir de ahí se pasaba a los álbumes y a todo lo que tú quieras. Esas revistitas semanales han desaparecido por completo. No queda ni una. Ni aquí ni tampoco fuera. No queda ni una. Falta ese soporte. Entonces, si creara un personaje bonito tendría que arriesgarme a lanzarlo como álbum, y para lanzarlo como álbum tendría que tener un soporte de publicidad tremendo, carísimo, y hoy en día eso es arriesgadísimo.

Pregunta: Y mirando hacia su larga carrera ahora, ¿se arrepiente de algo? ¿Se siente especialmente orgulloso de algo?

Ibañez:Me siento orgulloso de toda la carrera en general. La doy por muy bien empleada. He conseguido una meta que muchos se han propuesto y no han llegado, que es la de ser el primero durante muchísimos años, el primero en ventas, el que más ha llegado a muchísimos rincones del país, el que más lo han estado leyendo. Eso lo he conseguido y no ha sido cosa esporádica, de un año de éxito y luego haber caído. Han sido muchos años, muchos, muchos. Y al llegar este momento pienso que todo tiene un principio y un fin. Estoy muy orgulloso de lo que he hecho. Mucho, mucho.

(Extractos de una completísima entrevista realizada por Santiago Garcia, Joan Navarro y David Múñoz a Ibáñez para “U, el hijo de Urich” y que pueden leer aquí. De lectura obligatoria).