martes, 30 de junio de 2009

“Ken Games 1: Pierre” de Robledo y Toledano.

La sensación principal que me ha dejado la lectura de "Pierre", la primera parte de “Ken Games”, la serie que supone su puesta de largo por todo lo alto de José Robledo y Marcial Toledano más allá de los Pirineos es de frustración. Y es que tras plantear con mimo y detalle una historia que es una reflexión sobre la mentira y que, en este primer álbum se centra en la caracterización de los personajes y el planteamiento de las tramas, queda claro que se ha acabado el álbum sin entrar en el meollo de del asunto y es que los autores, como buenos tahúres, tras repartir sus cartas nos la han jugado y se han quedado con todos los triunfos, dejando sin restpuesta los numerosos misterios planteados a lo largo de este primer acto. Les cuento.

Pierre es lbásicamente a historia de una amistad. La que une a Pierre y T.J, dos amigos que se conocieron durante sus estudios en la facultad de matemáticas y que, posteriormente, han emprendido exitosas vidas profesionales en la docencia y la banca, sin renunciar por ello a quedar de vez en cuando junto a Anne, la preciosa y dulce novia de T.J.. Hasta aquí, todo normal, sin embargo ninguno de los tres amigos dice la verdad y tras el velo de normalidad y triunfo aparente que se esfuerzan en transmitirse se encuentran inmersos en sus particulares y oscuros laberintos de mentiras que justifican en, más de un caso, más que dudosas ocupaciones reales.

Es de agradecer álbumes como este en el que los autores derrochan inteligencia, talento y ganas para ofrecer una historia que en ningún momento es lo que parece y se esfuerza en incomodar al lector acostumbrado a las previsibles reglas de los géneros. Y es que el tema central de esta serie es la mentira y los subterfugio en todas sus formas en una reflexión latente que envuelve toda la lectura del álbum y que alcanza su máxima expresión en el desarrollo de la historia que aparentemente Robledo nos presenta como un original “slice of life” sobre un matemático metido a boxeador y que sólo conforme avanzamos la lectura va descubriendo su verdadero rostro, el de un “thriller” opresivo y psicológico ambientado en esos submundos de garitos, buscavidas, hampones y mafiosos que tanto nos hacen disfrutar a aquellos que, salvo en la lectura, nos mantenemos ajenos a ellos. Y es que “Ken Games” tiene alma de thriller psicológico pero sus autores con acierto dan a la historia, a la que no le falta ninguno de los elementos tradicionales –sin privarse por ello de los homenajes y las referencias cinematográficas más o menos explícitas desde a clásicos como “El Buscavidas” a títulos más modernos centrados también en el mundo de los buscavidas y el póquer como “Lock&Stock” y, sobre todo, “Rounders”- un aire novedoso y una voz propia que le sitúa por encima de otras propuestas más tópicas.

Precisamente, ese interés por buscar la originalidad y no resultar previsibles para el lector se hace extensivo al apartado gráfico en el que los autores y, en particular, un brillante Marcial Toledano, no escatiman esfuerzos para adecuar un dibujo preciosista y detallista en el que se perciben ciertas influencias del manga japonés a la historia planteada. Toledano ha asimilado algunos de los mejores recursos del cómic japonés para mantener la atención del lector y los ha adecuado sin ningún prejuicio y con toda naturalidad a la rígida y anquilosada estructura del álbum europeo para ganar espacio a la caracterización de los personajes, a las secuencias de acción y a la complejidad de la trama, un espacio que es estupendamente aprovechado por Toledano para lucirse en magníficas secuencias mudas en la que su dibujo lleva el peso de la narración y carga de crudeza y dramatismo a la historia, dándole un tono más duro y amargo. El álbum es rico en recursos propios del medio y es aconsejable una relectura del aficionado para demorarse en su análisis, pero los más evidentes son quizás los elegantes flashbacks en los que en una misma viñeta se nos describen el pasado sin abandonar por ello el hilo presente de la narración, el uso de las onomatopeyas y los escorzos para el tratamiento de la tensión o la deformación de las viñetas para reflejar la violencia y dinamismo de los combates pugilísticos. Es destacable también, el suave y premeditado uso de una paleta de suaves colores que junto al dibujo amable, naif, de Toledano contrastan con la sordidez de los ambientes en los que se desarrolla la mayor parte de la historia.

En fin, “Pierre” nos presenta un equipo artístico maduro y llamado a hacer grandes cosas si les dejan en el mundo del cómic. Se trata de un cómic inteligente y entretenido pero que, como un ligue de una noche que te abandona en la boca del Metro, nos escamotea lo mejor. No se preocupen, por suerte, los autores nos han dejado el número de teléfono y la promesa de que las dos próximas citas serán mejores incluso que esta. Les tomo la palabra y yo no me las pienso perder. Luego se lo cuento. La edición de Diábolo pulcra y correcta en la buena línea de esta editorial.
El blog de los autores, aquí.

“100 Balas: Sucio” de Brian Azzarello y Eduardo Risso.


(Buff…Lo que son los despistes. Ayer preparando la entrada de “Joker” me di cuenta que no había subido el mes pasado la entrada dedicada a la última entrega de Planeta de “Cien Balas”. Como ya la tengo escrita y todavía resulta vigente aquí se las dejo con mis disculpas).

¡Qué poquitas balas le quedan ya a esta colección! Y como se le nota, amigos, que el señor Brian Azzarello ya no sabe que hacer para estira la trama y llegar a la mágica meta que él solo se marcó de los cien números.

En “Sucio”, el último recopilatorio que nos ofrece Planeta y que engloba los números 84 a 88 de la edición americana en una deficiente edición, resulta bastante patente que estamos ante un arco de transición hacia la traca final que nos tenga preparado el guionista como estruendoso fin de fiesta. “Sucio” está formado por cinco episodios truculentos que no guardan ninguna continuidad entre sí más allá en ellos se describe con más o menos gracia –es una forma de hablar- la eliminación de algunos de los personajes secundarios que aparecieron en distintos arcos de la serie o personajes que simplemente aparecen como elementos ambientales, que caracterizan la brutalidad de la cruenta guerra silenciosa entre las distintas casas del Trust y sus antiguos agentes, que se convierten en víctimas colaterales de su conflicto.

Queda poco de la atmósfera densa y oscura que respiraba esta serie en sus primeros arcos en los que Azzarello demostraba una enorme imaginación para crear situaciones en las que poner en entredicho la fragilidad de la moralidad humana, tentando a sus personajes con los maletines llenos de balas indetectables. Sólo queda realmente la carcasa en forma de los ambientes patibularios en los que se ha desarrollado la serie – los hoteles de carretera, los bares de alterne, los casinos…- pero es evidente que la serie ha perdido fuerza y sólo continua por la inercia de unos personajes ambiguos, muy bien caracterizados. Esto se hace bastante patente en este irregular arco en el que, de una manera precipitada en la mayoría de los episodios si exceptuamos el primero, Azzarello simplemente se dedica a mostrar la crudeza y determinación de los antiguos asesinos del Trust, por si no nos habíamos dado cuenta en los ochenta episodios diferentes, y aprovecha para soltar lastre en forma de secundarios para lo que se avecine. Espero que el guionista nos tenga preparado un final acorde con lo que fue la primera mitad de la serie y abandone el camino que parece tomar en “Sucio” por la violencia gratuita y fácil.

Si en este álbum da la impresión que Azzarello acusa más el desgaste conforme la serie avanza, el que mantiene el nivel como el primer día es un estupendo Eduardo Risso que con su labor hace de cada número una lectura que merezca la pena. Risso, un dibujante muy influido por su compatriota José Múñoz del que escribía el otro día, es capaz de recrear perfectamente los ambientes ideados por Azzarello y potenciar la carga dramática de las historias gracias a su habilidad para la composición y el encuadre, un narrador en imágenes superlativo capaz de hacer interesantes e inquietantes situaciones tan habituales como el que un tipo se tome una cerveza sentado en un banco un simple afeitado, logrando dotar al tiempo de mayor significado a los siempre ajustados diálogos de Azzarello. Si a la excelente labor de Risso añadimos el buen trabajo de la colorista Patricia Mulvihill que dota de mayor fuerza y crueldad a las brutalidades pergeñadas por Azzarello con viñetas con un enérgico contraste en rojo y negro estamos probablemente ante algunos de los episodios mejor dibujados de toda la serie que salvan la faena de aliño de Azzarello. En fin, un dibujante que su labor por sí sola justifica el seguir esta serie.

No quería terminar sin mencionar la cutre edición de Planeta que anuncia en la contraportada una introducción de Risso que no figura en el tomo, sustituida por un artículo de José Torralba, y una página remontada en la que han prescindido de los cuadros de texto de la edición original, sustituyéndolos por espacios en blanco. Una torpeza mayúscula que estropea la composición de página ideada por Risso y que esperemos no se vuelva a repetir en el último volumen de la serie.

En definitiva, “Sucio” me ha parecido un arco irregular, salvado por un magnífico Risso, que debe servir de prólogo al último volumen que ha de poner el broche final a la serie. Esperemos que Planeta no se demore demasiado en su publicación y nos encontremos a un Azzarello a la altura y sus últimas doce balas sean las mejores.

Más “Cien Balas” en El lector impaciente:

Erase una vez un crimen
Corrupto

Más obras de Brian Azzarello en El lector impaciente:
"Joker", junto a Lee Bermejo.