jueves, 7 de mayo de 2009

“Los amigos del crimen perfecto” de Andrés Trapiello.



Tenía pendiente desde que en el año 2003 recibió el premio Nadal esta novela en la que Andrés Trapiello, ensayista, poeta, novelista, y, sobre todo, gran literato realizaba su particular homenaje a las novelas policíacas y que me sedujo desde el primer momento por su sugerente título. Uno de esos libros que siempre tienes en mente leer, pero que, por uno u otro motivo, su lectura se va demorando hasta caer en las peligrosas lagunas del olvido. Menos mal que hace poco me hice con él y he podido rescatarlo estos días porque Trapiello, un gran literato que hace gran literatura, propone una subversión del género negro y de las novelas de barato que no es más que un rendido homenaje al mismo en el contexto de los primeros años de la Transición española.

En 1981, los amigos del crimen perfecto es el nombre con el que se denominan una serie de variopintos personajes que una vez a la semana se reúnen en tertulia en el Café Comercial de Madrid para hablar y filosofar sobre su gran pasión, las novelas policíacas. Personajes anodinos y fracasados que, bajo el seudónimo de un gran personaje del género, desgranan la comisión de la cuadratura del círculo del género negro, el crimen perfecto. Cuando, inesperadamente, se enfrentan a un asesinato real que desafía sus aptitudes, los amigos, liderados por Paco Cortés, un escritor de novelas de a duro de los kioscos, irán descubriendo que la realidad siempre supera la ficción.

Trapiello escribe una novela de detectives peculiar en la que importa menos el caso y su resolución como la descripción de los personajes que conforman la galería de amigos del crimen perfecto, personajes perdedores que encuentran en la literatura negra y su tertulia el único escape a una existencia gris y opresiva en la España de los primeros ochenta. Una apuesta arriesgada que enervará a muchos lectores seguidores del género que pueden sentirse decepcionados al no encontrar lo que esperan, pero es que Trapiello en ningún momento adopta una actitud condescendiente hacia el lector y huye como el diablo del tradicional maniqueísmo del género para resolver con desgana y casi por obligación un caso sometido a tal grado de grises en sus motivaciones por el que en ningún momento se ha sentido demasiado interesado.

En definitiva, una novela policíaca que merece la pena ser leída por su carácter tramposo y subversivo, que alejándose del entretenimiento ahonda en la reflexión y la inutilidad de los paraísos artificiales en los que nos refugiamos para protegernos de una realidad a veces demasiado cruel. Si pueden, échenle un ojo, y ya me cuentan.