domingo, 9 de noviembre de 2008

Tres noticias


¿Qué tiene esto, esto y esto en común? ¿La cultura del cómic está alcanzando tanto reconocimiento popular que se ha convertido en objetivo de los freaks del mundo y sus personajes son usados por ciudades semidesconocidas como plataforma para alcanzar sus quince minutos de gloria?¿Qué el cómic se asocie a este tipo de noticias es bueno o malo? Opinen, opinen.

“La mancha humana” de Philip Roth



En estos tiempos de supuesto cambio y euforia en la sociedad norteamericana y que afectaran, por ende, al resto del mundo no está de más echar la vista atrás y leer de nuevo “La mancha humana”, obra de uno de los escritores norteamericanos vivos más concienciados en desvelar lo que se oculta realmente tras los “sueños americanos”, Phillip Roth.

En “La mancha humana”, Roth nos relata a través de la narración en primera persona de su alter ego de ficción, Nathan Suckerman, la vida de Coleman Silk, un maduro, culto y atractivo decano de universidad especializado en lenguas clásicas próximo a la jubilación que de un día para otro se ve expulsado de la universidad y marginado socialmente como consecuencia de una acusación de racismo hacia unos estudiantes, sustentada únicamente en lo ambiguo de una frase. Silk pide airado que Suckerman denuncie su historia en unos de sus libros lo que llevará a Suckerman a ir descubriendo los secretos escondidos bajo la aparentemente irrepochable vida que Silk ha vivido en los últimos sesenta años y mostrar los personajes hipocritas, heridos y enfermos con que este se relaciona.

En “La mancha humanaRoth, a modo de parábola, analiza el clima existente en Estados Unidos a finales de los noventa cuando el país estaba estupefacto todavía como consecuencia del caso Lewinski. La novela de Roth y el personaje de Silk, concretamente, sobre el que gira la trama me recuerda poderosamente a Crhistmas, uno de los principales personajes de la maravillosa “Luz de agosto” de William Faulkner, novela en la que Faulkner se acerca a temáticas similares y que parecen endémicas del país de las oportunidades, aunque Faulkner las describa con un mayor pulso y una mejor técnica narrativa, ciñéndose a la historia que quiere contar y dejando que sea el lector quién saque sus propias conclusiones. En cambio, Roth tiende a la pontificación y las largas disquisiciones introspectivas que hacen que la historia carezca de ritmo y el resultado sea demasiado irregular, siendo lo más interesante de la obra como Roth desgrana las miserias de unos personajes interesantes, complejos y profundamente desestabilizados bien construidos.

La mancha humana” se me antoja triste, amarga y pesimista, por momentos soberbiamente escrita y por momento exasperante por un escritor que domina el oficio y pone sobre el tapete algunos de los peores males de las sociedades contemporáneas, pero que se pierde demasiado en sermonear desde sus páginas cuan un reverendo desde su púlpito.

Decidan ustedes mismos.