miércoles, 23 de julio de 2008

Estelle Getty-Sophia Petrillo (1923-2008).

Pues eso, señores y señoras, un pedacito más de la infancia que se nos va con la muerte de Estelle Getty quien interpretara a Sophia Petrillo, la anciana más marchosa de esa serie de éxito que cautivó a todos los públicos llamada por aquí “Las chicas de oro”. Rara era la familia que no esperaba la hora de la cena disfrutando de las andanzas de ese grupo de maduritas en la que Sophia con su socarronería italiana ponía las dotes justas de entrañable, cuerda e irónica lucidez frente a la amargura de su hija en la pantalla, Dorothy, la inocencia de Rose o la desvergüenza de Blanche. Creo que Sophia era el personaje favorito de casi todo el mundo que seguía la serie (o al menos de casi todo el mundo que yo conozco) y nos dio a conocer un modelo de vejez activa que por aquel entonces estaba bastante alejado del que se vivía en el país.

Aunque a Sophia la recuerda todo el mundo a la actriz que la interpretó durante siete temporadas casi nadie la conoce. Se llamaba Estelle Getty y tuvo que luchar contra la oposición de su familia de judíos polacos para poder seguir vocación interpretativa, desarrollando su carrera básicamente en el teatro. Hace años que vivía retirada debido a una enfermedad crónica.

Ayer murió Estelle Getty pero a Sophia Petrillo con su permanente, sus gafas y su eterno bolsito la recordaremos siempre.

D.E.P.

“21st Century Boys” de Naoki Urasawa.

Esperaba con más impaciencia de la habitual la publicación de los dos tomos de “21th Century Boys” tras el mal sabor de boca que me dejó el desenlace precipitado y chusco de “20th Century Boys”. Realmente aquel final tan ñoño no hacia justicia a la que hasta el momento había sido una excelente serie en la que su autor, Naoki Urasawa, había demostrado que el éxito de “Monster” no había sido casualidad y podía ser considerados sin complejos uno de los mejores guionistas de cómics actuales, capaz de mantener entretenidos y embelesados a sus lectores durante meses con constantes giros argumentales y reinventando –quizás en exceso- la historia al saltar entre las distintas tramas que mantenía abiertas cuan equilibrista chino haciendo girar los platos. Sin embargo, al final, el plato se cayó y se suponía que con este epílogo en dos volúmenes, “21st Century Boys”, Urasawa iba a arreglarlo, resolviendo todos los cabos que quedaron sueltos. Y sí, nadie puede negar que lo resuelve pero el plato roto lo recompone con pegamento imedio y aunque estamos ante una lectura entretenida de las que Urasawa fabrica como churros la solución final al último gran misterio que suponía cuál era la identidad real de amigo y su origen es resuelto con un hábil truco de prestidigitación y una falta de tensión dramática que a mí tras 24 volúmenes me ha dejado bastante frío (quizás otra cosa hubiese sido si no hubieramos tenido que esperar un año para leeerlo).

Kenji el protagonista de la historia debe introducirse en la atracción virtual de Amigo para desactivar la bomba de antiprotones que aparece en El Nuevo Libro de las Profecías. Allí, se encontrará con su yo de la infancia así como algún personaje que creíamos muerto hacia ya algunos tomos y descubrirá cuál fue el desencadenante de toda la historia y supuso el origen de Amigo. Mientras, en el mundo real, su sobrina Kanna y el resto de los miembros de la brigada de Kenji por fin reunidos velan las últimas horas de Sarakiyo y deben frustrar la reactivación del enorme robot que iba a arrasar Tokyo encargado de hacer explotar la bomba.

Urasawa cierra todas las tramas abiertas a lo largo de los tres años en que se ha publicado la serie pero quizás debido a las enormes expectativas generadas y el desgaste de mantener una serie abierta durante tres años el final no está a la altura del interés suscitado y resulta cogido con alfileres. Y es que estirar tanto una historia como se estiró “20th Century Boys” en tramas cada vez más complejas supone una complicación enorme para cualquier autor por bueno que este sea ya que tanta expectación es muy difícil de satisfacer y al final el autor se ha visto atrapado en la red que él mismo tejió.

Urasawa ha demostrado a lo largo de sus obras publicadas en España que es mejor disfrutar del viaje sin pensar en lo que nos espera al final del mismo y, aunque lo que nos depare la meta no sea más que la fatiga resacosa de una buena noche de parranda, que no nos quiten lo bailado por lo bien que nos lo hemos pasamos durante el viaje.

Yo ya hago cola para sacar billete para el próximo.