viernes, 7 de marzo de 2008

“Neuromante” de William Gibson.


Cuando “Neuromante” fue publicada en 1984, William Gibson estaba completando, sin imaginarlo probablemente, el triángulo en cuya área se aglutina buena parte de las obras de Ciencia Ficción, triángulo en cuyos otros dos vértices yo situaría “2001” de Arthur C. Clarke y “Fundación” de Isaac Asimov. Sin preverlo (o quizás sí), Gibson estaba inventando un nuevo subgénero, el “Cyberpunk” y su novela iba a influir en multitud de escritores y cineastas posteriores.
Neuromante” es la última gran novela genuinamente de Ciencia Ficción, un género que, desde hace demasiado tiempo, languidece falto de nuevos referentes tecnológicos sobre los que especular y , ¿por qué no decirlo?, autores de calidad capaces de tomar el relevo de los Lem, Dick o Herbert.
Case es un antiguo cowboy de consola (hacker), que malvive trapicheando, tras haber perdido su talento para conectarse a la matriz ciberespacial al intentar robar a unos antiguos empleadores. Amargado, Case ve la última oportunidad de recuperar sus habilidades realizando una misteriosa y casi imposible misión para Armitage, un misterioso exmarine de atormentado pasado, junto a Molly, una guardaespaldas con ojos biónicos y cuchillas implantadas bajo las uñas, y Riviera, un degenerado drogadicto capaz de crear impactantes hologramas. Pronto, Case irá descubriendo que nada es lo que parece realmente y los motivos y objetivos de la misión son muy diferentes a los que él podría imaginar.
Probablemente lo que ha convertido”Neuromante” en una obra maestra de la ciencia ficción no sea sólo la clarividencia con la que Gibson creó términos y conceptos que a los pocos años se han vuelto de uso corriente como ciberespacio, matriz, microsoft, o IA ni la elaborada trama de thriller que Gibson sabiamente desmadeja para ir siempre un paso por delante del lector al que mantiene en constante suspense respecto a la misión de Case y sus compañeros; ni siquiera, sus atractivos, decadentes y pesimistas personajes, mitad máquinas, mitad humanos, añorantes sin saberlo de una humanidad perdida. No, cualquiera de todos estos elementos que por sí solos justifican la lectura de esta obra, no son los que realmente me cautivan y la convierten en algo diferente, sino que lo realmente sorprendente e innovador es su habilidad para intuir nuestra propia sociedad y su problemática en la utopía gótica, oscura y desencantada descrita por Gibson en la que sus personajes no son en ningún momento dueño de la situación y sí presa de acontecimientos ajenos a su control como, en muchas ocasiones, nos pasa a todos nosotros.
El autor bebe de variadas fuentes literarias y, aunque la sombra de Dick es muy alargada, Gibson toma como referentes otros autores de la literatura norteamericana ajenos al género con lo que inevitablemente enriquece su obra, desde Dos Passos hasta Burroughs y, sobre todo, Hammett, en una muestra de incorfomismo rebelde muy propio de la literatura norteamericana (aunque Gibson sea canadiense).
Si tienen oportunidad, lean esta novela sin prejuicios y con la mente abierta, dispuestos a sacar sus propias conclusiones y sin dejarse influir por análisis y opiniones ajenas y descubran por sí mismos como a pesar de sus veinticuatro años la novela mantiene intacto su poder y magia.
He leído por aquí que el proyecto de película siempre aplazado ha sido retomado por fin. Esperemos que el resultado cuando se produzca esté a la altura del original.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué estupendo encontrar una crítica de una obra que he leído, y además de las que a mí me gustan!

Echo en falta que Pablo avise de que es una lectura difícil, porque está llena de guiños que el propio autor se hace a sí mismo, de referencias a cosas que no quedan aclaradas hasta muchas páginas más adelante (o hasta la segunda lectura), y de términos inventados por Gibson y que cuesta desentrañar.
Sin embargo, esa prosa enrevesada y relampagueante también es uno de los atractivos de la obra.

Yo me atrevería a hacer una humilde recomendación: léanse la obra dos veces. Al leer la novela por segunda vez -y si es posible, sin dejar pasar demasiado tiempo desde la primera-, pueden descubrirse un buen número de conceptos que están ahí, sepultadas bajo la cascada eléctrica de nuevos conceptos, de personajes, de palabras inventadas y de situaciones extremas. Conceptos que hablan de amor perdido, de destrucción, de religión, del sentido de la vida...

Vaya, que me están entrando unas ganas tremendas de volver a léermela y volver a esa playa en el fin del mundo con ese cielo del color de una pantalla de televisor apagado, ¡demonios!

PAblo dijo...

Muriel,

Que sí digo que el autor va bastante por delante que el lector y es una obra difícil de predecir.

En cuanto a los conceptos tecnológicos es cierto que hay muchos pero con el paso de los años cada vez resultan más sencillos de entender para los nuevos lectores que se acercan a "Neuromante". Sobre todo, porque es hacía donde avanza la tecnología actualmente y sus aportaciones han sido desarrolladas con desigual fortuna en cine (preguntale a los Wachowski).
Gibson es un autor al que compararemos aparte de Asimov y Clarke con Verne por su capacidad para predecir adelantos tecnológicos (esperemos que no sociales).

Y sí, estoy de acuerdo, es una obra que gana con las relecturas. Como toda gran obra.

Impacientes Saludos.