lunes, 24 de diciembre de 2007

“Soy Leyenda” de Francis Lawrence.

Tenía curiosidad por ver la nueva versión protagonizada por Will Smith de la estupenda novela de mismo título de Richard Matheson (“Soy Leyenda” “El hombre menguante”), una novela de género inclasificable como todas las grandes obras, que sirvió para renovar en más de un aspecto los dos más influyentes del pasado siglo: la ciencia-ficción y el terror. Pero, volviendo a la película que nos ocupa que ya tendré tiempo y ganas otro día para volver sobre la novela de Matheson, hay que decir que la película de Francis Lawrence (“Constantine”) va de más a menos con un desarrollo monótono en su predecibilidad y lastrada por la presencia de un actor, Will Smith, que ha dejado de ser el chico simpático de Bell Air para obcecarse película tras película que protagoniza en personificar el prototipo de héroe americano del nuevo siglo, dispuesto a afrontar cualquier amenaza ya sea alienígena (“Independe Day”, “Men in Black”), gubernamental (“Enemigo Público”) o virológica- vampírica como la que hoy nos ocupa poniendo mohines de añoranza por su hijita/o de turno y su bella esposa mientras derrocha testosterona.
Pero empecemos por el principio para los despistados: nos encontramos en el año 2012 y Robert Neville (Will Smith), un brillante y valiente teniente coronel del ejército norteamericano, es el único superviviente de un Nueva York fantasmal en el que sobrevive con la única compañía de su perra. Neville pretende descubrir la cura de un virús que ha matado a la mayoría de la población humana y ha convertido a casi todos los supervivientes en sanguinarios mutantes rabiosos fotofóbicos lo que aprovecha el amigo Neville para explorar la ciudad y hacerse con víveres por el día. Por las noches, un Neville cada vez más perturbado, se atrinchera en su casa para, escondido en la bañera junto a su perro, recordar los acontecimientos que le llevaron hasta esa situación. Hasta este punto, la película está rodada con ritmo y mantiene el interés del espectador con la cuidada y cautivadora visión que nos ofrece Lawrence de una Nueva York fantasmal y solitaria, habitada únicamente por animales salvajes escapados de los zoos y los maniquíes que "Robinson" Smith ha repartido por la ciudad para tener con quién hablar aparte de sí mismo y su perra. Una primera parte, en la que se dosifican sabiamente los “flashback” acerca del pasado de Neville para entender qué ha pasado y cómo el protagonista ha llegado a esa situación. Sin embargo, a partir de la muerte de la perra de Neville debió de llegarles a los guionistas Akiva Goldsman y Mark Protosevich rumores de la huelga y decidieron empezarla por su cuenta porque la historia deja de tener sentido y cae en la vulgaridad extrema, resolviéndose el debate sobre si nos encontramos ante un drama o una película de terror por la comedia. Alejándose definitivamente de la obra de Matheson, se opta por el espectáculo vacúo y estupidizado a la mayor gloria del amigo Smith, abandonando las posibilidades dramáticas, e insisto, más cercanas a la obra original, que conllevaría la exploración de la nueva sociedad de los mutados se prefiere el recurso fácil de aniquilar al monstruo con abundante pirotecnia y no sin antes darle la posibilidad a Will para que se luzca logrando el antídoto para el virús y deje unos cuantos momentos impagables dignos del mejor esperpento (alucinantes los diálogos sobre Shrek y Bob Marley: sálvese quién pueda los niños y las mujeres primero…). Al final, no se preocupen, que el Bien triunfa sobre el Mal, la Tarta de Manzana está muy buena y los supervivientes orgullosos llegan a buen Refugio. ¡¡¡ Hip, hip, hurra, qué final más vulgar!!!
En definitiva, una gran oportunidad perdida de realizar una versión digna de la obra de Matheson. Seguiremos esperando.