miércoles, 12 de diciembre de 2007

“La solución final” de Michael Chabon



Decepcionante es el mejor adjetivo con el que calificar la última novela de Michael Chabon, un autor que con su anterior obra, “Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay” contaba con todo mi crédito. Sin embargo, en este librillo de apenas algo más de cien páginas Chabon pretende ir de brillante “enfant terrible” quedándose con el lector cuando, me temo, ya no tiene ni edad ni talento para lo uno ni para lo otro.
Michael Chabon en este relato nos traslada a la Inglaterra rural en plena II Guerra Mundial donde un achacoso y antaño famoso detective debe enfrentarse a su último caso aplicando una vez más su legendario método deductivo. El caso no es otro que encontrar a Bruno, un exótico loro desaparecido propiedad de Linus, un niño judío mudo de incierto pasado, refugiado en casa de un reverendo negro. El loro, aficionado a repetir interminables series de números en alemán, podría haber sido secuestrado para desentrañar sus secretos y nuestro detective parece el único capacitado para encontrarlo.
Y esta es la base argumental sobre la que el amigo Chabon construye su obra. Un relato en el que juega a los detectives y a parodiar al más grande de todos, el mítico Sherlock Holmes, haciendo recaer el peso de la investigación no ya en el sagaz detective, del que construye un retrato deprimente en su vejez, sino en la del lector planteando pistas para que éste haga uso de la metodología del infalible (hasta que llegó Chabon) azote del crimen y resuelvan el caso. Sin embargo, Chabon parece olvidar, o ignorar, que para que una historia de detectives funcione debidamente es necesario algo más, seducir con el misterio, crear un clímax, jugar con el suspense, crear unos personajes interesantes…. En definitiva, plantear una historia que atraiga al lector y le enganche desde el principio, algo de lo que carece por completo una historia premeditadamente anodina y simplona que avanza, inconexa y sin fuerza, hacia un final en el que el autor desvela todos los “enigmas” al lector (salvo la evidente identidad del detective) a través de un loro al que convierte en el héroe de la historia con una irónica y autocomplaciente superioridad que a mí personalmente no me hace gracia y dejando al Detective en entredicho en lo que, más que homenaje es una parodia pretendidamente inteligente. Lo mejor de la “broma” de Chabon es que dura poco y uno puede dedicarse a lecturas más interesantes a la espera que éste regrese a la Tierra de los mortales cuando se le pase el “efecto Pulitzer”. Si quieren leer algo interesante de este autor busquen esto y si quieren leer un pastiche sherlockiano hecho con cariño, admiración y, lo que es más importante, entreteniendo háganse con este. No se arrepentirán.

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